miércoles, 22 de abril de 2015

Consideración sobre los mandamientos - Con un ejemplo cotidiano.

Soy un seguidor de Breslev.co.il , una página con mucho contenido Judío, hablan bastante sobre Dios y la palabra. 
Bien, fuera de toda diferencia entre Judios y Gentiles, hoy me interesó un tema en particular, y es que en la Biblia existen muchisimos mandamientos dados por el mismisimo Jehová - notese que "mismisimo" es un señalamiento profundo- a los hombres. Estos mandamientos pasaron a quienes creyeron también en Jehová sin ser Judíos, porqué? por que es como si dejáras tu casa y tu país para ir a uno nuevo y mejor, claro, no vas a irte a otro país y seguir jugando con las mismas reglas del antiguo, por algo ese nuevo país es mejor. 
Cuando recibimos a Cristo como nuestro salvador y decidimos ser Hijos de Dios, el Dios de Israél, también recibimos su gracia,  su perdón, su amor y por su puesto, sus leyes. 

La cuestión es: Debemos nosotros también cumplir con las leyes dadas en el antiguo testamento si es por Jesús (Nuevo Testamento) que tenemos acceso a Dios Padre?. No quisiera sonar a Critico o experto o detractor, pero creo en la palabra de Dios, aunque todavía sigo en el camino hasta que Jesús me perfeccione. Y andar por fe es lindo, pero seamos honestos, andar por fe a ciegas en este mundo, puede traer sus riesgos. Y es que si decidimos ser hijos de Dios, debemos obedecerle en todo, no quiere decir que Él deje de amarnos si fallamos, su amor es inmutable, pero cuando sucede es como si nosotros mismos nos alejaramos de ese amor, yo lo asumo como si "le dieramos la espalda". Claro hay mandamientos especializados, algunos que fueron entregados para la tribu de Leví, por ejemplo, asi que hoy en día no haremos sacrificios animales para expiación, porque Jesús redimió ese mandamiento, que más que mandamiento eran unas instrucciones para "quitarnos" la culpa, los mandamientos son aquellas acciones a realizar para "evitar" la culpa. Es curioso que las actuales iglesias, especialmente la "Cristiana", promueva el diezmo, tema que ha causado mucha controversia entre los que profesan de con otros métodos (Católicos, Testigos de Jehová, etc)... algunas otras formas las desconozco, como los mormones. Pero retomando la línea, el diezmo surge cuando Abram (luego Abraham) le diera la décima parte de lo que poseía en aquel momento a Melquisedec como una acción de gracias por las bendiciones recibidas de parte de Dios. Posteriormente se instaura esta acción de Diezmar para la manutención de la tribu de Leví, que no podían tener tierras o hacer negocios o trabajar, etc, porque estaban completamente dedicados a su servicio a Dios, (Deuteronomio), claro, ayudaban a huerfanos y viudas, entre otros, y con el pasar del tiempo hasta la llegada de Jesús, el acto de diezmar se mantuvo, aclarando que este acto se hacía anualmente. Jesús no mandó a dejar el diezmo, ni tampoco dejar de ofrendar (que es otra cosa diferente al diezmo), pero consideremos que Él, como el hijo de Dios encarnado, tampoco mandó que se le entregue tributo siendo el máximo Ministro de Dios en la tierra. Es curioso, porque reafirma que este diezmo era exclusivo para lo que Dios mandó, el mantenimiento y sustento de aquellos que permanecían en el tabernáculo de Jehová, Jesús viajaba predicando, buscando a los pecadores, exortandolos a conocerle, a conocer a Dios y su amor. Pero en la actualidad se ha tergiversado el tema del diezmo. No pretendo criticarlo ni tampoco decirle a usted, que lee estas letras, que deje de diezmar, hagalo porque desea hacerlo, porque desea ayudar a la expansión del evangelio, hagalo porque lo siente en su corazón, pero no lo haga porque toca, porque no le toca diezmar. Y siendo este un tema del antiguo testamento, porque entonces no seguimos tambien los otros mandamientos? como el que les traigo hoy sobre el comer carne de cerdo. Para pensar un poco sobre que es lo que creemos, que es lo que hacemos y porqué lo hacemos.
Hermanos, no existe nada mas allá de lo que Dios ha mandado y prohibido y permitido, es algo complejo, por eso los invito a leer el siguiente texto y sacar sus propias conclusiones.

Dios les bendice.



Hay muchas personas así llamadas “ilustradas” que afirman que la Torá prohibió el consumo de carne de cerdo debido a que en la época de Moisés no existía la refrigeración...

El Rey Salomón, el más sabio de todos los hombres, dijo: “Aquellos que se conducen con fe (Emuná) son Su deseo” (Proverbios 12:22).

Aquel que anhele comprender la Torá antes de creer en ella se va a quedar con las manos vacías. No adquirirá el conocimiento de la Torá ni tampoco la Emuná (la fe auténtica en HaShem, el Creador del Universo).

Dice el Rey David en Salmos 119: “Todos Tus Preceptos son Emuná (fe)”. En otras palabras, hasta los Preceptos aparentemente lógicos, como por ejemplo aquellos que prohíben el asesinato, el robo y la mentira, se encuentran mucho más allá del intelecto humano. Uno no puede cumplirlos con fidelidad si no tiene Emuná, porque si estos Preceptos se contraponen a los intereses personales de la persona, entonces uno los deja de lado de inmediato. A diferencia de los Preceptos de la Torá, que son una verdad inmutable, el intelecto del ser humano es algo inconsistente, que está sujeto a frecuentes cambios, influencias, conveniencias e intereses personales.

Y si los Preceptos aparentemente lógicos de la Torá desafían el racionalismo, entonces la persona sin Emuná no tiene la posibilidad de comprender los Preceptos aparentemente ilógicos de la Torá, como ser el Shabat, la Kashrut y la pureza familiar. Todos estos son Preceptos que la persona observa gracias a la Emuná. Cuando la persona come comida kasher o cumple con el Shabat debido a que los considera algo lógico, llegará el día en que su intelecto le va a decir que en realidad son ilógicos.

Por ejemplo, hay muchas personas así llamadas “ilustradas” que afirman que la Torá prohibió el consumo de carne de cerdo debido a que en la época de Moisés no existía la refrigeración y la triquinosis era una enfermedad rampante. Pero, según la errónea creencia de estas personas, ahora que contamos con la refrigeración moderna y con las normas de higiene sanitaria, la situación cambió y por lo tanto debería permitirse el consumo de carne de cerdo. Por el contrario, la persona que tiene Emuná sabe que la refrigeración y las normas de higiene no tienen absolutamente nada que ver con la prohibición de consumir dicha carne. Nosotros nos abstenemos de comer carne de cerdo debido a que creemos en la Torá y la Torá lo prohíbe. La lógica y la ciencia no tienen nada que ver con los Preceptos de la Torá, todos los cuales son producto de la sabiduría Divina, la cual trasciende por completo nuestra capacidad de entendimiento.

Por otro lado, no existe ninguna fuerza en todo el mundo que haga que la persona se desvíe si su observancia de los Preceptos de la Torá surge de una Emuná fuerte y bien arraigada. En la mente de esa persona, la verdad es bien clara -esta es la manera en que HaShem quiere que yo Lo sirva, tanto si resulta lógico como si no. La Emuná es lo que hace que esta persona se mantenga firme en su curso incluso en los mares más tempestuosos.

Por eso el Rey David declara, también en el Salmo 119: “He elegido el camino de la Emuná”. La voluntad de HaShem es la primera consideración que tiene en cuenta, pues su Emuná precede a su intelecto. Tanto si lo entiende como si no, su Emuná dicta su curso de acción. Por eso esta persona es firme y coherente, y es inmune a la influencia de sus intereses personales o demás influencias externas. Tiene la mente clara y jamás siente confusión, pues se aferra a la Emuná.

El Rey Salomón sigue los pasos de su padre, el Rey David, cuando dice: “Aquellos que se conducen con fe (Emuná) son Su deseo”. HaShem quiere que Lo sirvamos con Emuná, no con lógica. Pero esto tiene un gran beneficio: cuando la persona le da precedencia a la Emuná por sobre la lógica, al final obtiene un poder intelectual y un discernimiento muchísimo más grandes. Rabi Najman de Breslev enseña que primero la persona cumple con un precepto con Emuná simple, al final acabará comprendiendo la lógica de dicho precepto, pues el poder de la Emuná es tan grande que es capaz de elevar a la persona al nivel que trasciende el intelecto humano normal. ¿De qué manera? La Emuná nos permite aferrarnos a HaShem, y al aferrarnos a HaShem, obtenemos una cierta medida de sabiduría Divina, cada persona de acuerdo con su nivel de conexión con Él.

El Rey Salomón también afirma: “No hay sabiduría ni discernimiento ni consejo contra HaShem” (Proverbios 21:30).

Debemos ser conscientes de que el intelecto humano, por más prodigioso que pueda ser, no es nada comparado con la sabiduría Divina. Aquel que intenta comprender a HaShem está intentando algo completamente imposible. Hasta las más grandes disciplinas y ciencias intelectuales, como la física nuclear o la microscopía del electrón, son tan sólo porciones minúsculas de sabiduría Divina. Nuestros más grandes sabios, a pesar de lo que lograron comprender al pasar años enteros estudiando con afán, no obstante siempre retornaron al punto de la Emuná, no a causa de su humildad, sino porque la Emuná es verdad.

Si bien la mayoría de nosotros tenemos licencias de conducir, pocos pueden explicar o siquiera comprender cómo funciona el motor de combustión. Todos podemos ver pero ¿cuántos de nosotros son capaces de explicar cómo funciona el ojo humano? Todos comemos, pero ¿acaso somos conscientes de cómo es que el cuerpo descompone las proteínas? Si ni siquiera logramos entendernos a nosotros mismos ni a los coches que conducimos, entonces ¿cómo podemos esperar entender las inmensas galaxias y el reino espiritual? ¿Cómo podemos ser tan presuntuosos como para pensar que nuestra débil mente humana es capaz de comprender al Creador, Cuyo conocimiento y Cuya sabiduría son infinitas?

Incluso si uno es un genio, no puede siquiera soñar con comprender a HaShem. Eso es lo que quiso decir el Rey Salomón cuando dijo: “No hay sabiduría ni discernimiento ni consejo contra HaShem”. Comparada con la sabiduría de HaShem, nuestra sabiduría es nula.

Pero allí donde carecemos de sabiduría y de discernimiento, allí es precisamente donde nos aferramos a la Emuná. Y al aferrarnos a la Emuná, nos aferramos a HaShem.

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