viernes, 16 de junio de 2017

QUE PUEDA PARARME EN MI SINAGOGA DE NAZARET - LUIS RODAS


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“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16).
Cuanta valentía en Jesús… ¡Lo admiro!
Jesús era aquel de quien el Salmo 45:3 dice “ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente”; el mismo Dios que el Salmo 65:6 describe como “ceñido de valentía”. Jesús fue el más puro Josué que se esforzó y fue valiente para introducirnos en la tierra prometida.
El entra a esa sinagoga de Nazaret llena de enemigos y lee las Escrituras (Lucas 4:16-19).
¿Resultado?
“Todos se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle” (Lucas 4:28,29).

¡Que ejemplo más excelso de alguien que menosprecia por completo su vida hasta la muerte!
Sí, es verdad, no lo asesinaron aquel día… Ni aún lo tocaron… “Pasó por en medio de ellos, y se fue” (Lucas 4:30). Pero cuanto seguramente sentiría yo morir al enfrentar a la misma gente con la que me crié toda mi vida y sufrir un rechazo y desprecio total...

Cada vez que miro en algún aspecto la vida de Jesús en esta tierra parece sobresalir algo muy notoriamente: una claridad absoluta de a donde apuntaba su vida.
Su amor a su Padre y la meta de redimirnos le dio la valentía para minimizar todo lo demás. Hebreos 12:2 afirma que “por el gozo puesto delante de EL sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”.

¡Oh Señor ayúdame a tener tan claro a donde debe apuntar mi vida!
Que el aprecio de los demás pierda todo impulso en mi corazón, y que tu amor lo sea todo.
Que si me valoran o no, si me aplauden o me castigan, sea una anécdota. Que pueda pararme en mi sinagoga de Nazaret y leer tu Palabra sin esperar nada a cambio.
Oh por favor… oye la oración de este pobre pecador… que tu amor me sea dulce y suficiente...

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