UNA DECLARACION SOBRE TU VIDA
La
experiencia de la salvación va más allá que la experiencia de ser
limpiado. Aquellos que regresan, aquellos que sus pasiones ya no se
inclinan a lo deshonesto, a seguir el sistema regular de la tradición,
de la religión, de la aprobación del mundo, de que sea el mundo quien
los declare limpios para ser aceptados en la sociedad, sino que son
capaces de darle la espalda al sistema natural para ir a los pies de
Aquel que les hace limpios, esos experimentan la salvación. Y esa
salvación te ordena dirigirte a una nueva dimensión.
En la
historia que hemos estado discutiendo de los diez que son limpiados, y
uno solo es declarado salvo porque regresó, lo curioso es que este
último era samaritano. De hecho, hay cuatro ocasiones, en el libro de
Lucas, en las que Jesús declara a alguien salvo y, cada vez que lo hizo,
nunca fue con un judío, aunque sabemos que la Biblia dice que la
salvación venía a través de los judíos. No es que los judíos no pudieran
ser salvos, sino que, el problema del pueblo judío, era que sus ojos
estaban cerrados a la persona de Cristo.
Jesús
declara salva a la mujer que lavó sus pies. Esa mujer era rechazada en
esa sociedad, se pensaba mal de ella. Jesús, en casa de un fariseo, la
declara salva. Lo hace, también, con un ciego, un hombre marginado por
la sociedad; con la mujer de flujo de sangre, mujer marginada por su
condición, pero que recibió sanidad al tocar el borde del manto del
Maestro. La cuarta persona es el leproso del caso que hemos estado
estudiando.
En todas
estas historias, podemos ver que muchos pueden experimentar la
misericordia de Dios, pero no todos experimentan el grado de salvación,
esa experiencia transformadora de reconocer que somos salvos, y que
hemos sido declarados salvos por Aquel que es el único puede hacerlo.
Había toda una multitud alrededor de la mujer de flujo de sangre, pero
solo ella fue declarada salva. Igual con la mujer que lavó los pies del
Maestro, y con el ciego. Pero, en el caso del leproso, diez recibieron
misericordia, uno regresa, y ese uno recibe la salvación.
La
experiencia de la salvación no es otra cosa que el experimentar la obra
completa de Cristo en la vida de una persona. No estamos hablando de la
experiencia de salvación teológica, doctrinal, de un día entregarle tu
vida al Señor, o de un día ir a su presencia, la salvación para vida
eterna, sino de la experiencia de vivir en este mundo, caminar en este
planeta, con el estigma que el mundo te ha puesto, con la declaración de
que algunos nunca te van a aceptar, pero con tu cabeza en alto porque
hay Alguien que te ha declarado salvo, y por esa salvación que ha sido
declarada sobre tu vida, tu vida completa es cambiada y es transformada.
No seas de los nueve que reciben la misericordia. Sé de aquellos que reciben la experiencia de la salvación.
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