No existen matrimonios perfectos, solamente parejas que desean
relaciones correctas. Casarse para intentar arreglar a tu pareja es un
error porque sólo Dios puede hacerlo. Él es la guía en todo proceso,
especialmente en el matrimonio. Ni las telenovelas, ni los consejos de
las amigas serán una buena guía porque solamente el Señor puede dar
fundamento.
Tener el matrimonio en alta estima
Hebreos 13:4 dice: Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.
En otra versión de la Biblia dice: “tened alta estima acerca del matrimonio”. Cuando tenía 9 años, al lado de mi cama, le dije al Señor: “Si existes, si llego a tener novio, quiero que esté 100% entregado a ti, me vea linda y me quiera”. Mi situación familiar no era la mejor y yo estaba muy necesitada del Señor. Mis vecinos eran cristianos y les llamaba evangélicos cuadrados. Dios me escuchó porque me regaló a Cash que me enseñó a tener el matrimonio en alta estima. Ha sido paciente y amoroso, incluso cuando ni yo misma me aguanto.
Debemos creer en el matrimonio y por asociación, en la familia. Los jóvenes son apasionados pero no es lo mismo tener novio que vivir con esa persona y comprometerse por el resto de la vida. Dios te ha regalado el matrimonio y la familia, entonces es tu responsabilidad cuidarlos. Tu esposo e hijos son tuyos, Dios te los dio y nadie puede quitártelos. Es tu derecho establecer tu hogar y cuidarlo.
Yo tuve que aprender a creer en el matrimonio por lo que vi en mi hogar. Cuando comencé a ir a la congregación decía que no quería tener novio sino servir al Señor. Era un tiempo hermoso empezar la pasión por Dios y enamorarse de Él. Sin embargo, al ver a Cash me dije: “tengo que conocerlo, tengo que hablarle”. Me apantalló desde el primer día y así comenzó nuestra relación. Con el tiempo, el Señor comenzó a restaurar áreas de mi vida, incluyendo el concepto que tenía del matrimonio y la sujeción. Para mí era cursi pensar que alguien debía tener autoridad en la relación, pero Dios cambió todo. Me enseñó a creer y amar. Sólo Él como restaurador puede lograrlo.
Nunca imaginé que esa oración de niña fuera tan poderosa y con el tiempo, Dios lograra llenarme de tanto amor para dar a los demás. Porque eso es lo que muchas veces nos hace falta, amor que cubre multitud de faltas. No podemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, si pensamos de esa forma, nos convertiremos en creyentes de letra y no de acción.
La familia es nuestro primer ministerio de amor. La fidelidad y respeto que le debemos a nuestro esposo no debe hacernos sentir mal o de menos, al contrario, es un derecho que tenemos de alcanzar la felicidad y ser constantes en un compromiso hasta el final. Dios conoce los deseos de tu corazón y sabe qué piensas, por eso vio lo que yo deseaba desde pequeña. El secreto de una relación conyugal sólida es tener en alta estima el matrimonio.
Estabilidad
Hebreos 13:8 asegura: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Lo que la sociedad enseña sobre el matrimonio es inestable. Las modas pasan y con ellas lo que se opina sobre la relación entre los esposos. Por el contrario, Dios es estabilidad que genera confianza. Él quiere que tengas un matrimonio sólido y exitoso, lleno de satisfacciones y logros, sin frustraciones. Nos diseñó para tener relaciones interpersonales y ser una sola carne con nuestro cónyuge. Para que tu matrimonio sea sólido debes reconocer que Dios no varía. Así descubrirás que en la relación se superan etapas pero el objetivo es la consolidación, no la inestabilidad.
Confianza plena
El tercer elemento en el matrimonio es la confianza. Debes creer completamente, no a medias. Cuando Cash y yo éramos novios, varias jovencitas me decían: “Estoy interesada en él y haré todo lo posible por quitártelo”. Era increíble que las mismas líderes de la iglesia me lo dijeran, aquellas que se decía tan entregadas al Señor.
Ese tiempo de noviazgo fue valioso porque puso la base de lo que somos hoy. Ambos debíamos confiar en el otro y tener seguridad en nuestros sentimientos y objetivos juntos. Una relación que pierde la confianza, pierde todo porque el temor es un mal consejero que no te deja vivir tranquilo. Dios no nos ha dado espíritu de temor y cobardía sino de amor, dominio propio y poder. Siempre debemos hablar con la verdad y actuar con amor.
1ra. Pedro 3:1 recomienda: Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.
La conducta es muy importante. Podemos tener mucha palabra en la punta de la lengua pero si la conducta es otra, se echa a perder. Con la conducta ganas más en tu pareja que diciendo versículos bíblicos. En los hombres es admirable la conducta confiada y segura. Una de las cosas que más me enamoró de Cash fue que sabía exactamente lo que deseaba y hacia dónde iba. No sucedió lo mismo con mi novio anterior que me dejaba decidir todo. No estaba mal pero no era lo correcto. Las mujeres deseamos tener al lado un hombre convencido a quien seguir, respetar, honrar y admirar. Pide al Señor que te ayude a restaurar la confianza en tu pareja, quita esa maldición de la desconfianza en tu matrimonio.
Etapas del matrimonio
Todo matrimonio pasa por diferentes etapas. Cada una con sus dudas y conflictos por resolver. Para lograr superarlas necesitamos la ayuda del señor.
La primera es la del amor joven de los dos años iniciales. En esta etapa se responde las preguntas: ¿Pueden dos personas independientes llegar a ser una?, ¿quién manda?, ¿tu cerebro afecta tu experiencia sexual?
La primera prueba a superar es la acomodación de dos personalidades y herencias diferentes. Cada persona llega al matrimonio con sus costumbres y manías. Tal vez ella es balletista y él es vaquero pero si pasaron la etapa del noviazgo y decidieron casarse es porque había puntos en común y vivir juntos es un reto que debe afrontarse con paciencia. La pareja decidió formar un nuevo hogar mezclando sus propios estilos. Esta etapa se caracteriza por el entusiasmo y excitación, es un ciclo de aventura. Las personas que han vivido dos o tres divorcios, generalmente se estancan en esta etapa, sólo les gusta el amor joven y no son capaces de fortalecer una relación perdurable. ¡Cuidado! Esta, como todas las etapas debe superarse.
La segunda etapa es la del amor realista de los tres a los diez años de matrimonio. Las preguntas a responder en esta etapa son: ¿Puedes seguir enamorado con la realidad que se impone?, ¿puedes escribir un nuevo contrato matrimonial?, ¿se puede edificar un matrimonio a prueba de niños? En este momento, debemos enfrentar la realidad que supera a la fantasía de los primeros años.
Cash siempre me hablaba de Coatepeque, el lugar donde vivió pero cuando me llevó a conocerlo, me impactó ya que lo imaginaba diferente. Luego de los años de acomodación, vemos a nuestra pareja tal como es, tal vez mejor o peor de lo que imaginamos. Ya son visibles las agendas ocultas, las motivaciones más profundas. Todo sale a luz, incluyendo la educación de la familia política, sus principio e ideales, agradables o no.
También nacen los hijos y se comienza a lidiar con el conflicto que implica dividir la atención entre el cónyuge y ellos. Según el diccionario, el celo es emoción justa que protege lo nuestro, intolerancia hacia la rivalidad o infidelidad. Hay personas que llegan a sentir celo por sus hijos, claro que los aman y cuidan pero se sienten relegados, especialmente los esposos ya que las esposas deben dedicarse a ser madres y se concentran en ello.
Hay un celo bueno, elemento puro y legítimo, pero hay otro celo dañino que genera desconfianza. La Palaba dice que Dios nos anhela celosamente. Debemos aprender a manejar el celo y verlo como una alarma para descubrir que no estamos repartiendo nuestra atención de forma equitativa. Nuestro cónyuge merece un lugar privilegiado por sobre los hijos, el trabajo o los pasatiempos favoritos.
La tercera etapa es la del amor confortable entre los once y veinticinco años de matrimonio. Las preguntas a responder son: ¿Puedes mantener tu identidad individual en el matrimonio?, ¿puedes resistir el síndrome de ahora o nunca?, ¿puedes perdonar?, ¿está preparado para las pérdidas?, ¿quién manda, el adolescente, el esposo o tú?, ¿pueden satisfacer su necesidad de intimidad?
Especialmente el síndrome de ahora o nunca es clave en esta etapa donde la relación se cuestiona y muchas veces surge la frustración que conlleva al divorcio. Equivocadamente se piensa: “voy a intentarlo de nuevo con otra persona, seguramente lo lograré”.
La cuarta etapa es la del amor renovado de los veinte y seis a los treinta y cinco años de matrimonio. Sus cuestionamientos son: ¿Pueden sobreponerse a las flechas y dardos de la fortuna?, ¿pueden ser compañeros?, ¿es posible recuperarse del dolor por las pérdidas de esta época? Ahora los hijos se van a formar sus propias familiar y la pareja de nuevo se queda sola. Deben redescubrir su afinidad y aprender a disfrutar el tiempo juntos.
La quinta etapa es la del amor trascendente de los treinta y seis años de matrimonio en adelante. Las preguntas que deben responderse son: ¿Será la jubilación una gracia o una desgracia?, ¿pueden renovar la intimidad?, ¿pueden lograr perspectiva trascendente?, ¿pueden asumir la vida que Dios les ha dado? Cuando vemos los años que quedaron atrás y decimos nuestra edad, realmente enunciamos los años que ya no tenemos. Los que aún no has cumplido son los que te quedan para disfrutar de tu pareja.
El Señor quiere darte un nuevo rumbo, un nuevo estilo de vida para que aproveches lo que queda por delante y logres lo que deseas. Lucha por la estabilidad de tu matrimonio, la salud de tus hijos y el amor que debe reinar en tu hogar. Sé paciente para que haya gozo y paz en tu familia. Debes ser ejemplo para las generaciones venideras. El futuro está en tus manos. Eres capaz de mejorar tu relación amorosa, intimidad, comunicación de aquí en adelante.
El matrimonio es una carrera preciosa aunque difícil y es voluntad de Dios que permanezcas casado, seas fiel a tu pareja y a tu iglesia. No te alejes porque el mundo no da buen consejo. Pídele al Señor que te ayude a amar incondicionalmente, que el amor en tu matrimonio crezca y se fortalezca. Aprendan a superar juntos las etapas de su relación y avanzar hacia la vida plena que nuestro Señor tiene diseñada. Pídele que te ayude a creer en la autoridad de tu casa, que te enseñe sobre el compromiso y la estabilidad para construir un matrimonio sólido que sea la base de una familia feliz.
Tener el matrimonio en alta estima
Hebreos 13:4 dice: Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.
En otra versión de la Biblia dice: “tened alta estima acerca del matrimonio”. Cuando tenía 9 años, al lado de mi cama, le dije al Señor: “Si existes, si llego a tener novio, quiero que esté 100% entregado a ti, me vea linda y me quiera”. Mi situación familiar no era la mejor y yo estaba muy necesitada del Señor. Mis vecinos eran cristianos y les llamaba evangélicos cuadrados. Dios me escuchó porque me regaló a Cash que me enseñó a tener el matrimonio en alta estima. Ha sido paciente y amoroso, incluso cuando ni yo misma me aguanto.
Debemos creer en el matrimonio y por asociación, en la familia. Los jóvenes son apasionados pero no es lo mismo tener novio que vivir con esa persona y comprometerse por el resto de la vida. Dios te ha regalado el matrimonio y la familia, entonces es tu responsabilidad cuidarlos. Tu esposo e hijos son tuyos, Dios te los dio y nadie puede quitártelos. Es tu derecho establecer tu hogar y cuidarlo.
Yo tuve que aprender a creer en el matrimonio por lo que vi en mi hogar. Cuando comencé a ir a la congregación decía que no quería tener novio sino servir al Señor. Era un tiempo hermoso empezar la pasión por Dios y enamorarse de Él. Sin embargo, al ver a Cash me dije: “tengo que conocerlo, tengo que hablarle”. Me apantalló desde el primer día y así comenzó nuestra relación. Con el tiempo, el Señor comenzó a restaurar áreas de mi vida, incluyendo el concepto que tenía del matrimonio y la sujeción. Para mí era cursi pensar que alguien debía tener autoridad en la relación, pero Dios cambió todo. Me enseñó a creer y amar. Sólo Él como restaurador puede lograrlo.
Nunca imaginé que esa oración de niña fuera tan poderosa y con el tiempo, Dios lograra llenarme de tanto amor para dar a los demás. Porque eso es lo que muchas veces nos hace falta, amor que cubre multitud de faltas. No podemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, si pensamos de esa forma, nos convertiremos en creyentes de letra y no de acción.
La familia es nuestro primer ministerio de amor. La fidelidad y respeto que le debemos a nuestro esposo no debe hacernos sentir mal o de menos, al contrario, es un derecho que tenemos de alcanzar la felicidad y ser constantes en un compromiso hasta el final. Dios conoce los deseos de tu corazón y sabe qué piensas, por eso vio lo que yo deseaba desde pequeña. El secreto de una relación conyugal sólida es tener en alta estima el matrimonio.
Estabilidad
Hebreos 13:8 asegura: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Lo que la sociedad enseña sobre el matrimonio es inestable. Las modas pasan y con ellas lo que se opina sobre la relación entre los esposos. Por el contrario, Dios es estabilidad que genera confianza. Él quiere que tengas un matrimonio sólido y exitoso, lleno de satisfacciones y logros, sin frustraciones. Nos diseñó para tener relaciones interpersonales y ser una sola carne con nuestro cónyuge. Para que tu matrimonio sea sólido debes reconocer que Dios no varía. Así descubrirás que en la relación se superan etapas pero el objetivo es la consolidación, no la inestabilidad.
Confianza plena
El tercer elemento en el matrimonio es la confianza. Debes creer completamente, no a medias. Cuando Cash y yo éramos novios, varias jovencitas me decían: “Estoy interesada en él y haré todo lo posible por quitártelo”. Era increíble que las mismas líderes de la iglesia me lo dijeran, aquellas que se decía tan entregadas al Señor.
Ese tiempo de noviazgo fue valioso porque puso la base de lo que somos hoy. Ambos debíamos confiar en el otro y tener seguridad en nuestros sentimientos y objetivos juntos. Una relación que pierde la confianza, pierde todo porque el temor es un mal consejero que no te deja vivir tranquilo. Dios no nos ha dado espíritu de temor y cobardía sino de amor, dominio propio y poder. Siempre debemos hablar con la verdad y actuar con amor.
1ra. Pedro 3:1 recomienda: Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.
La conducta es muy importante. Podemos tener mucha palabra en la punta de la lengua pero si la conducta es otra, se echa a perder. Con la conducta ganas más en tu pareja que diciendo versículos bíblicos. En los hombres es admirable la conducta confiada y segura. Una de las cosas que más me enamoró de Cash fue que sabía exactamente lo que deseaba y hacia dónde iba. No sucedió lo mismo con mi novio anterior que me dejaba decidir todo. No estaba mal pero no era lo correcto. Las mujeres deseamos tener al lado un hombre convencido a quien seguir, respetar, honrar y admirar. Pide al Señor que te ayude a restaurar la confianza en tu pareja, quita esa maldición de la desconfianza en tu matrimonio.
Etapas del matrimonio
Todo matrimonio pasa por diferentes etapas. Cada una con sus dudas y conflictos por resolver. Para lograr superarlas necesitamos la ayuda del señor.
La primera es la del amor joven de los dos años iniciales. En esta etapa se responde las preguntas: ¿Pueden dos personas independientes llegar a ser una?, ¿quién manda?, ¿tu cerebro afecta tu experiencia sexual?
La primera prueba a superar es la acomodación de dos personalidades y herencias diferentes. Cada persona llega al matrimonio con sus costumbres y manías. Tal vez ella es balletista y él es vaquero pero si pasaron la etapa del noviazgo y decidieron casarse es porque había puntos en común y vivir juntos es un reto que debe afrontarse con paciencia. La pareja decidió formar un nuevo hogar mezclando sus propios estilos. Esta etapa se caracteriza por el entusiasmo y excitación, es un ciclo de aventura. Las personas que han vivido dos o tres divorcios, generalmente se estancan en esta etapa, sólo les gusta el amor joven y no son capaces de fortalecer una relación perdurable. ¡Cuidado! Esta, como todas las etapas debe superarse.
La segunda etapa es la del amor realista de los tres a los diez años de matrimonio. Las preguntas a responder en esta etapa son: ¿Puedes seguir enamorado con la realidad que se impone?, ¿puedes escribir un nuevo contrato matrimonial?, ¿se puede edificar un matrimonio a prueba de niños? En este momento, debemos enfrentar la realidad que supera a la fantasía de los primeros años.
Cash siempre me hablaba de Coatepeque, el lugar donde vivió pero cuando me llevó a conocerlo, me impactó ya que lo imaginaba diferente. Luego de los años de acomodación, vemos a nuestra pareja tal como es, tal vez mejor o peor de lo que imaginamos. Ya son visibles las agendas ocultas, las motivaciones más profundas. Todo sale a luz, incluyendo la educación de la familia política, sus principio e ideales, agradables o no.
También nacen los hijos y se comienza a lidiar con el conflicto que implica dividir la atención entre el cónyuge y ellos. Según el diccionario, el celo es emoción justa que protege lo nuestro, intolerancia hacia la rivalidad o infidelidad. Hay personas que llegan a sentir celo por sus hijos, claro que los aman y cuidan pero se sienten relegados, especialmente los esposos ya que las esposas deben dedicarse a ser madres y se concentran en ello.
Hay un celo bueno, elemento puro y legítimo, pero hay otro celo dañino que genera desconfianza. La Palaba dice que Dios nos anhela celosamente. Debemos aprender a manejar el celo y verlo como una alarma para descubrir que no estamos repartiendo nuestra atención de forma equitativa. Nuestro cónyuge merece un lugar privilegiado por sobre los hijos, el trabajo o los pasatiempos favoritos.
La tercera etapa es la del amor confortable entre los once y veinticinco años de matrimonio. Las preguntas a responder son: ¿Puedes mantener tu identidad individual en el matrimonio?, ¿puedes resistir el síndrome de ahora o nunca?, ¿puedes perdonar?, ¿está preparado para las pérdidas?, ¿quién manda, el adolescente, el esposo o tú?, ¿pueden satisfacer su necesidad de intimidad?
Especialmente el síndrome de ahora o nunca es clave en esta etapa donde la relación se cuestiona y muchas veces surge la frustración que conlleva al divorcio. Equivocadamente se piensa: “voy a intentarlo de nuevo con otra persona, seguramente lo lograré”.
La cuarta etapa es la del amor renovado de los veinte y seis a los treinta y cinco años de matrimonio. Sus cuestionamientos son: ¿Pueden sobreponerse a las flechas y dardos de la fortuna?, ¿pueden ser compañeros?, ¿es posible recuperarse del dolor por las pérdidas de esta época? Ahora los hijos se van a formar sus propias familiar y la pareja de nuevo se queda sola. Deben redescubrir su afinidad y aprender a disfrutar el tiempo juntos.
La quinta etapa es la del amor trascendente de los treinta y seis años de matrimonio en adelante. Las preguntas que deben responderse son: ¿Será la jubilación una gracia o una desgracia?, ¿pueden renovar la intimidad?, ¿pueden lograr perspectiva trascendente?, ¿pueden asumir la vida que Dios les ha dado? Cuando vemos los años que quedaron atrás y decimos nuestra edad, realmente enunciamos los años que ya no tenemos. Los que aún no has cumplido son los que te quedan para disfrutar de tu pareja.
El Señor quiere darte un nuevo rumbo, un nuevo estilo de vida para que aproveches lo que queda por delante y logres lo que deseas. Lucha por la estabilidad de tu matrimonio, la salud de tus hijos y el amor que debe reinar en tu hogar. Sé paciente para que haya gozo y paz en tu familia. Debes ser ejemplo para las generaciones venideras. El futuro está en tus manos. Eres capaz de mejorar tu relación amorosa, intimidad, comunicación de aquí en adelante.
El matrimonio es una carrera preciosa aunque difícil y es voluntad de Dios que permanezcas casado, seas fiel a tu pareja y a tu iglesia. No te alejes porque el mundo no da buen consejo. Pídele al Señor que te ayude a amar incondicionalmente, que el amor en tu matrimonio crezca y se fortalezca. Aprendan a superar juntos las etapas de su relación y avanzar hacia la vida plena que nuestro Señor tiene diseñada. Pídele que te ayude a creer en la autoridad de tu casa, que te enseñe sobre el compromiso y la estabilidad para construir un matrimonio sólido que sea la base de una familia feliz.
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