En Juan 3:34, dice que “Dios no da el
espíritu por medida”. Si parafraseamos, podemos decir que Dios te ha
dado un espíritu sin medida, un espíritu sin límites. Tu espíritu no
conoce imposibilidades. Podrás vivir en cierto lugar, bajo ciertos
parámetros, pero el espíritu que está en ti va más allá de eso.
En Efesios 3:14-20, Pablo establece un
pensamiento muy poderoso: Dios puede hacer más allá de lo que pensamos y
de lo que entendemos, según el poder que actúa en tu vida, según lo que
tú puedes procesar. Dios es ilimitado y tu espíritu es ilimitado, pero
lo que Dios puede hacer, que va más allá de lo que tú puedes hacer o
imaginar, depende de tu capacidad de permitir que Él pueda hacerlo a
través de tu vida. Así que tu capacidad de procesar el poder de Dios, es
lo que puede llevarte al otro nivel.
Lamentablemente, tendemos a echarle la
culpa a la circunstancias, a la iglesia, a los que están a nuestro
alrededor, sin darnos cuenta que somos nosotros quienes limitamos a
Dios.
Para vivir una vida sin límites, para
vivir una vida más allá de lo que has podido pensar e imaginar, una de
las cosas más importantes que tienes que desatar en tu vida es tu
corazón. A través del corazón, de tu parte interna, Dios puede actuar y
procesar su poder.
La iglesia le sirve a Dios con su mente.
Hacemos las cosas que tenemos que hacer como cristianos, pero nuestros
corazones, por la razón que sea, están tan heridos, lastimados, viven en
el pasado, en el ayer, en las frustraciones, con resentimientos que
limitan todo lo que Dios puede hacer con nosotros.
No hay nada en la biblia, que Dios pueda
hacer más allá de la condición de tu corazón. En ella hay varios versos
que nos hablan de la importancia del corazón. Proverbios dice: Sobre
toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida. En
Hebreos 10, dice la palabra del Señor: Pondré mis leyes en sus
corazones, y en sus mentes escribiré, y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones.
A veces, tratamos de meter la ley de
Dios, las cosas que hay que hacer, en la mente de la gente. Esos son los
religiosos que hieren, marcan y que quieren enseñar, obligando a la
gente.
La gente no cambia, si no quiere
cambiar. El verdadero cambio viene cuando Dios toma el corazón de una
persona y escribe la ley en su corazón. Solo tenemos que ser el canal a
través del cual la gente pueda llegar a Dios y poder tener el espacio
correcto donde la gente pueda sentirse lo suficientemente libre para
poner su corazón en las manos de Dios.
La verdad es que hemos puesto nuestros
corazones en las manos de tanta gente que nos ha lastimado, y decirle a
alguien: Pon tu corazón en las manos de Dios; es un riesgo que mucha
gente no quiere tomar.
La iglesia no se da cuenta de cuál es el
trabajo que tiene que hacer. Queremos poner a la gente a hacer ciertas
cosas, obligándolos, sin saber que lo único que hay que hacer es
exponerlos al amor de Dios y dejarle saber que está bien que Dios trate y
escriba sus leyes en su corazón, porque solo así su vida cambiará.
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