jueves, 1 de mayo de 2014

EL PROBLEMA DEL CRISTIANISMO

9. EL PROBLEMA DEL CRISTIANISMO

     No descuides el valor de vuestra heredad espiritual, el río de verdad que fluye por los siglos, aun hasta los tiempos estériles de una era materialista y secular. En todos vuestros esfuerzos valiosos por liberaros de los credos supersticiosos de las eras pasadas, aseguraos de conservar la verdad eterna. Pero, ¡sed pacientes! Cuando haya pasado la actual rebelión contra la superstición, las verdades del evangelio de Jesús persistirán gloriosamente para iluminar un camino nuevo y mejor.
     Pero el cristianismo paganizado y socializado necesita un nuevo contacto con las enseñanzas no transigidas de Jesús; languidece por falta de una nueva visión de la vida del Maestro en la tierra. Una nueva y más plena revelación de la religión de Jesús está destinada a conquistar el imperio del secularismo materialista y a derrotar la influencia mundial del naturalismo mecanicista. En este momento, Urantia se tambalea en el borde mismo de una de las épocas más sorprendentes y cautivantes de reajuste social, aceleración moral y esclarecimiento espiritual.
     Las enseñanzas de Jesús, aunque grandemente modificadas, sobrevivieron a los cultos de misterio en el tiempo de su nacimiento, a la ignorancia y la superstición de la edad de las tinieblas, y aún ahora están triunfando poco a poco sobre el materialismo, el mecanicismo y el secularismo del siglo veinte. Y estas eras de grandes pruebas y peligro de derrotas siempre son eras de grandes revelaciones.
     La religión necesita nuevos líderes, hombres y mujeres espirituales que se atrevan a depender solamente de Jesús y de sus enseñanzas incomparables. Si el cristianismo persiste en desatender su misión espiritual, mientras sigue ocupándose de los problemas sociales y materiales, el renacimiento espiritual deberá esperar el advenimiento de estos nuevos maestros de la religión de Jesús, que se dedicarán exclusivamente a la regeneración espiritual de los hombres. Entonces, estas almas

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nacidas del espíritu proveerán rápidamente el liderazgo y la inspiración que se requieren para una reorganización social, moral, económica y política del mundo.
     La era moderna se negará a aceptar una religión que no esté de acuerdo con los hechos y que no se armonice con los conceptos más elevados de verdad, belleza y bondad. Está llegando la hora del redescubrimiento de los verdaderos y originales cimientos del distorsionado y comprometido cristianismo de hoy: la verdadera vida y enseñanzas de Jesús.
     El hombre primitivo vivió una vida de esclavitud supersticiosa al terror religioso. Los hombres modernos civilizados temen caer bajo el dominio de poderosas convicciones religiosas. El hombre pensante siempre temió caer cautivo de una religión. Cuando una religión poderosa y emocionante amenaza dominarlo, invariablemente trata de racionalizar, tradicionalizar e institucionalizar a dicha religión, con la esperanza de llegar a controlarla. Por medio de este procedimiento, aun una religión revelada se vuelve hecha y dominada por el hombre. Los hombres y mujeres modernos e inteligentes evaden la religión de Jesús, porque temen lo que les hará a ellos —y con ellos. Todos estos temores son bien fundados. La religión de Jesús en efecto domina y transforma a sus creyentes, exigiendo que los hombres dediquen la vida a buscar el conocimiento de la voluntad del Padre en el cielo y que las energías del vivir se consagren al servicio altruista de la hermandad del hombre.
     Los hombres y mujeres egoístas francamente no quieren pagar este precio, ni siquiera para conseguir el tesoro espiritual más grande que se haya ofrecido jamás al hombre mortal. Sólo cuando el hombre se haya desilusionado suficientemente de las congojas y desencantos que acompañan a la búsqueda necia y engañosa del egoísmo, y haya posteriormente descubierto la esterilidad de la religión formalizada, estará dispuesto a volverse de todo corazón hacia el evangelio del reino, la religión de Jesús el Nazareno.
     El mundo necesita más religión de primera mano. Incluso el cristianismo —la mejor de las religiones del siglo veinte— es no sólo una religión sobre Jesús, sino que también es, notablemente, una religión que los hombres experimentan de segunda mano. Ellos toman su religión tal como se la entregan sus maestros religiosos aceptados. ¡Qué despertar experimentaría el mundo si tan sólo pudiera ver a Jesús así como él realmente vivió en la tierra, y conocer, de primera mano, sus enseñanzas dadoras de vida! Las palabras que describen las cosas bellas no pueden emocionar tanto como el espectáculo de esas cosas bellas, tampoco pueden las palabras de fe inspirar la alma de los hombres tanto como la experiencia de conocer la presencia de Dios. Pero la fe esperanzada mantendrá por siempre abierta la puerta de la esperanza en el alma del hombre, para el ingreso en las realidades espirituales eternas de los valores divinos de los mundos del más allá.
     El cristianismo se atrevió a disminuir sus ideales ante el desafío de la avidez humana, la locura de la guerra y el deseo de poderío; pero la religión de Jesús permanece en el lugar del llamado espiritual inmaculado y trascendente que evoca a lo mejor que hay en el hombre, para que éste se eleve por encima de todas estas herencias de evolución animal y, por la gracia, alcance las alturas morales del verdadero destino humano.
     El cristianismo está amenazado con una muerte lenta a manos del formalismo, la organización excesiva, el intelectualismo y otras tendencias no espirituales. La iglesia cristiana moderna no es esa hermandad de creyentes dinámicos que Jesús comisionó para que continuamente realizaran la transformación espiritual de las generaciones sucesivas de la humanidad.
     El así llamado cristianismo se ha vuelto un movimiento social y cultural así como también una creencia y práctica religiosa. La corriente del cristianismo moderno drena muchos antiguos pantanos paganos y muchas ciénagas bárbaras; muchos antiguos arroyos culturales vierten sus aguas en su río cultural de hoy, así como también los manantiales de las altas mesetas galileas que supuestamente son su fuente exclusiva. 


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