9. EL PROBLEMA DEL CRISTIANISMO
No descuides el valor de vuestra heredad
espiritual, el río de verdad que fluye por los siglos, aun hasta los
tiempos estériles de una era materialista y secular. En todos vuestros
esfuerzos valiosos por liberaros de los credos supersticiosos de las
eras pasadas, aseguraos de conservar la verdad eterna. Pero, ¡sed
pacientes! Cuando haya pasado la actual rebelión contra la superstición,
las verdades del evangelio de Jesús persistirán gloriosamente para
iluminar un camino nuevo y mejor.
Pero el cristianismo paganizado y
socializado necesita un nuevo contacto con las enseñanzas no transigidas
de Jesús; languidece por falta de una nueva visión de la vida del
Maestro en la tierra. Una nueva y más plena revelación de la religión de
Jesús está destinada a conquistar el imperio del secularismo
materialista y a derrotar la influencia mundial del naturalismo
mecanicista. En este momento, Urantia se tambalea en el borde mismo de
una de las épocas más sorprendentes y cautivantes de reajuste social,
aceleración moral y esclarecimiento espiritual.
Las enseñanzas de Jesús, aunque grandemente
modificadas, sobrevivieron a los cultos de misterio en el tiempo de su
nacimiento, a la ignorancia y la superstición de la edad de las
tinieblas, y aún ahora están triunfando poco a poco sobre el
materialismo, el mecanicismo y el secularismo del siglo veinte. Y estas
eras de grandes pruebas y peligro de derrotas siempre son eras de
grandes revelaciones.
La religión necesita nuevos líderes,
hombres y mujeres espirituales que se atrevan a depender solamente de
Jesús y de sus enseñanzas incomparables. Si el cristianismo persiste en
desatender su misión espiritual, mientras sigue ocupándose de los
problemas sociales y materiales, el renacimiento espiritual deberá
esperar el advenimiento de estos nuevos maestros de la religión de
Jesús, que se dedicarán exclusivamente a la regeneración espiritual de
los hombres. Entonces, estas almas
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nacidas del espíritu proveerán rápidamente el
liderazgo y la inspiración que se requieren para una reorganización
social, moral, económica y política del mundo.
La era moderna se negará a aceptar una
religión que no esté de acuerdo con los hechos y que no se armonice con
los conceptos más elevados de verdad, belleza y bondad. Está llegando la
hora del redescubrimiento de los verdaderos y originales cimientos del
distorsionado y comprometido cristianismo de hoy: la verdadera vida y
enseñanzas de Jesús.
El hombre primitivo vivió una vida de
esclavitud supersticiosa al terror religioso. Los hombres modernos
civilizados temen caer bajo el dominio de poderosas convicciones
religiosas. El hombre pensante siempre temió caer cautivo de una
religión. Cuando una religión poderosa y emocionante amenaza dominarlo,
invariablemente trata de racionalizar, tradicionalizar e
institucionalizar a dicha religión, con la esperanza de llegar a
controlarla. Por medio de este procedimiento, aun una religión revelada
se vuelve hecha y dominada por el hombre. Los hombres y mujeres modernos
e inteligentes evaden la religión de Jesús, porque temen lo que les
hará a ellos —y con ellos. Todos estos temores son bien
fundados. La religión de Jesús en efecto domina y transforma a sus
creyentes, exigiendo que los hombres dediquen la vida a buscar el
conocimiento de la voluntad del Padre en el cielo y que las energías del
vivir se consagren al servicio altruista de la hermandad del hombre.
Los hombres y mujeres egoístas francamente
no quieren pagar este precio, ni siquiera para conseguir el tesoro
espiritual más grande que se haya ofrecido jamás al hombre mortal. Sólo
cuando el hombre se haya desilusionado suficientemente de las congojas y
desencantos que acompañan a la búsqueda necia y engañosa del egoísmo, y
haya posteriormente descubierto la esterilidad de la religión
formalizada, estará dispuesto a volverse de todo corazón hacia el
evangelio del reino, la religión de Jesús el Nazareno.
El mundo necesita más religión de primera
mano. Incluso el cristianismo —la mejor de las religiones del siglo
veinte— es no sólo una religión sobre Jesús, sino que también
es, notablemente, una religión que los hombres experimentan de segunda
mano. Ellos toman su religión tal como se la entregan sus maestros
religiosos aceptados. ¡Qué despertar experimentaría el mundo si tan sólo
pudiera ver a Jesús así como él realmente vivió en la tierra, y
conocer, de primera mano, sus enseñanzas dadoras de vida! Las palabras
que describen las cosas bellas no pueden emocionar tanto como el
espectáculo de esas cosas bellas, tampoco pueden las palabras de fe
inspirar la alma de los hombres tanto como la experiencia de conocer la
presencia de Dios. Pero la fe esperanzada mantendrá por siempre abierta
la puerta de la esperanza en el alma del hombre, para el ingreso en las
realidades espirituales eternas de los valores divinos de los mundos del
más allá.
El cristianismo se atrevió a disminuir sus
ideales ante el desafío de la avidez humana, la locura de la guerra y el
deseo de poderío; pero la religión de Jesús permanece en el lugar del
llamado espiritual inmaculado y trascendente que evoca a lo mejor que
hay en el hombre, para que éste se eleve por encima de todas estas
herencias de evolución animal y, por la gracia, alcance las alturas
morales del verdadero destino humano.
El cristianismo está amenazado con una
muerte lenta a manos del formalismo, la organización excesiva, el
intelectualismo y otras tendencias no espirituales. La iglesia cristiana
moderna no es esa hermandad de creyentes dinámicos que Jesús comisionó
para que continuamente realizaran la transformación espiritual de las
generaciones sucesivas de la humanidad.
El así llamado cristianismo se ha vuelto un
movimiento social y cultural así como también una creencia y práctica
religiosa. La corriente del cristianismo moderno drena muchos antiguos
pantanos paganos y muchas ciénagas bárbaras; muchos antiguos arroyos
culturales vierten sus aguas en su río cultural de hoy, así como también
los manantiales de las altas mesetas galileas que supuestamente son su
fuente exclusiva.
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